martes, 17 de septiembre de 2013

Una propuesta para un cambio deseado

Una propuesta para un cambio deseado
(perdida en el tiempo, con  mucho dolor) 
OPINIÓN
OMAR MUÑOZ R.
munozromar@gmail.com
@munozromar
La situación conocida que se vive en los centros penitenciarios del país refleja la misma realidad social del mismo: un hombre y una sociedad en general sumida en el abandono y el maltrato familiar, construida desde relaciones con marcadas carencias en lo afectivo y con efectos inmediatos en los procesos de arraigo, identidad, socialización y relacionamiento. Reiteramos, lo que pasa en las cárceles no es distinto a lo que está subsumido en la realidad venezolana y que nos negamos a ver en su totalidad.
La marginalidad no es en sí misma una condición socioeconómica, es, ante todo, una condición cultural que refleja la manifestación de una conjunción de problemas que durante muchos años se han acumulado y afectan a gruesos sectores de nuestra población. Llamar genéricamente a los sectores mayoritariamente más vulnerables y sometidos a mecanismos de control social, a la asistencia pública o al abandono total :“privados de libertad”, “damnificados”, “refugiados”, “indigentes” o de cualquier otro modo, escondería el verdadero y profundo drama humano que se encuentra tras de cada uno de ellos, tras de cada familia, drama que va mas allá de la pérdida de la libertad o de los, quizás muy pocos, bienes materiales, es, esencialmente, la pérdida y cambio forzoso del espacio vital de arraigo, de la entrada al mundo de una incertidumbre vital mucho mayor que la que le acarreaba su ubicación socioeconómica real.
Las consecuencias emocionales de estas situaciones límite suelen ser nefastas: pérdida de arraigo, ruptura traumática de los, no pocas veces débiles, nexos familiares, profundización de la desesperanza aprehendida, y aprendida sensación y convicción de impotencia, la profundización de las retrógradas creencias de la imposibilidad de controlar individual o colectivamente el futuro, ira contenida y difusa, la instalación de cuadros depresivos profundos, son entre otras, algunas de las manifestaciones vitales que se presentan en estas situaciones, las cuales, no sólo afectan el presente, sino que se manifiestan en el futuro como severas enfermedades orgánicas y psíquicas. Sin dejar de mencionar, por supuesto, la gravedad de la violencia encarnada en sus vivencias mismas, desatada en su acción, practicada en su cotidianidad, desde una manera de ser su “sí mismo” enajenado y alienado.
Entender esta violencia sin considerar la desestructuración que sufre la familia es un ejercicio vacío e inocuo en cuanto a las resoluciones que se implementen, dado lo fuertemente marcadas en que se encuentra por el maltrato y el abandono por parte de quienes deberían facilitar los procesos de socialización y que en su ejercicio de la autoridad y la fuerza como mecanismos de interrelación no hace sino aumentar la desvalorización permanente del niño, joven, adolescente y de la mujer, en particular, a lo que se le suma la ignorancia crasa sobre estos procesos promovida por perversos comportamientos de los llamados mass-media que pretenden llenar estos vacíos.
Lo señalado se torna más dramático, si nos detenemos por un momento a pensar que muchas de esas manifestaciones emocionales, que son altamente inmovilizadoras de las personas, pueden arraigarse profundamente y de manera permanente en la población de niños y jóvenes, si la familia no cuenta con los recursos emocionales y vitales que le permitan superar esta situación.
Existen varios diagnósticos precisos y detallados sobre esta situación .Acá solo quiero poner en la agenda pública la posibilidad de que autoridades y responsables de formular políticas públicas, en esta área, puedan evaluar directamente los aportes que el Dr. Manuel Barroso tiene para poder intervenir en esta población (Autoestima: ecología o catástrofe, Autoestima del venezolano: democracia o marginalidad, La experiencia de ser familia, Crisis: La cultura del subdesarrollo, entre otros títulos).
Sé de las fortalezas del modelo que el Dr. Barroso maneja y las posibilidades de cambio que ello representa. El Dr. Barroso en alguna oportunidad participó en mesas de trabajo sobre el problema de la violencia en Venezuela al inicio del primer período del presidente Chávez, es un destacado profesional de la psicología y consultor en desarrollo humano, que tiene experiencia tanto en el área organizacional como social, aportando a la resolución de complejos problemas en cuanto a la valoración de la condición humana en la búsqueda del bienestar personal y social.
Más allá del enfoque jurídico que atiende el llamado retardo judicial o el policial que va a la necesidad impostergable de tomar acciones contra la impunidad o la necesaria también prevención al delito a través de mayor vigilancia y control o del mejoramiento de las condiciones materiales de reclusión agravadas por los niveles de hacinamiento en que se encuentran los detenidos, todas acciones necesarias, no van a la esencia del problema de la violencia y por consiguiente de la inseguridad; queremos enfatizar que el enfoque de una solución orientada desde el cambio cultural, que considere al individuo en su integralidad psico-socio-afectiva y rescate desde el mismo ser su capacidad de hacerse responsable de su bienestar, de su respeto y valoración de sí mismo, del otro y de su entorno es lo que podría promover respuestas definitivas a largo plazo, de allí que reitero esta propuesta de acercar a los hacedores de políticas públicas a los planteamientos de intervención que pueda implementar este eminente venezolano con la esperanza de contribuir al desarrollo humano deseado por todos.
ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO/CIUDAD CCS
23/05/12.-

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