sábado, 17 de agosto de 2013

Entrevista a H Maturana, Teoría biológica del conocimiento

Humberto Maturana
Teoría biológica del conocimiento 
( Entrevista realizada por la periodista Paula Escobar, aparecida en la revista Caras  Numero 40 del 3 de octubre de 1989, publicada tambien el texto El Sentido de lo Humano )
La mentira y el error


«Ya no tengo que tratar de ser honesto.»
«Soy honesto, no más. No me gusta mentir porque violo un acuerdo fundamental con el otro.»
«Y sin embargo a veces miento. Y no justifico mi mentira.»

« Somos
como hemos vivido.»
"La angustia está relacionada con las expectativas y se suprime eliminando las exigencias."
 Humberto Maturana revolucionó el mundo de la ciencia con su teoría biológica del conocimiento, que afirma, entre muchas cosas, que no se puede hacer referencia a una realidad independiente del hombre.  Su laboratorio en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile queda a trasmano. Y para entrar en él hay que tocar una campana. El mismo abre la puerta. Y es un mundo distinto el que hay tras la puerta de madera. Un pizarrón rayado con signos ininteligibles, muchos libros, armarios antiguos. Humberto Maturana conversa con un colega. Parece otro idioma. Imposible entender de qué hablan con tanto entusiasmo. Es canoso, ruliento, de andar armonioso y cuerpo menudo. Su mirada es algo inquieta. Viva. Comienza una frase, se silencia un momento, y de pronto le comienzan a brillar los ojos y cuenta algo increíble. Una historia mágica, que parece que recién hubiera inventado. Y sus manos se mueven, los ojos de niño miran desafiantes y sus palabras, precisas y moduladas, transportan a una realidad insólita. Es mágico Humberto Maturana, con esa pinta de genio loco, de sabio griego, de niño grande. Pero lo es sin querer serlo. Muy natural, muy cálido, muy acogedor es este biólogo-genio, destacadísimo conocido en todo el mundo por sus teorías.

Nació hace 61 años. Sus padres se separaron cuando era muy pequeño. Dice que era un niño común y corriente. Pero no era tan así la cosa. Era anteojudo y le decían "guatón".Y se arrancaba todos los días del colegio. Se iba derecho para la casa. La mamá me mandaba de nuevo al colegio al día siguiente. Y yo me volvía a arrancar. Es que estaba mejor en mi casa... Era un niño pícaro y no de muchos amigos. Con esto de irme del colegio aprendí a leer a los nueve años", dice, y de inmediato agrega que "a los once años ya tenía ciertas preocupaciones fundamentales. El lenguaje me interesaba. Me fascinaba la idea de que uno pudiera usar el lenguaje para maldecir o bendecir. Que en la brujería se hiciesen sortilegios y encantamientos con palabras... Que el nombre de Dios fuese secreto según la tradición judía o, en general, que se pensase en algunas culturas que el conocimiento del nombre íntimo de otro le diese a uno poder sobre él o ella".

"Pensé que moriría"

Lo de los nombres le siguió dando vueltas. Varias veces en su vida se ha cambiado de nombre. Un día decidió que se iba a Ilamar Sasha y no Humberto. Y que iba a usar su apellido materno Romecín- en vez del paterno, porque no había vivido mucho con su padre. Llegué al colegio un día y dije "no me voy a Ilamar más Humberto Maturana, sino que Sasha Romecín". Y eso debe haber sido muy serio, porque meses atrás me encontré con un antiguo compañero y me gritó: "Sasha Romecín cómo te va?..." La verdad es que si no me decían Sasha no contestaba ni a los profesores". Pero se cambió nombre una vez más. Tubalcaín se puso. "No me atreví a ponerme Caín. Lo que pasa es que estuve leyendo sobre Caín y encontré a Jehová completamente injusto. Y pensé que él lo había provocado para que matara a Abel con su rechazo.
El le había provocado la envidia. Era Jehová el responsable de la muerte de Abel. Y para reivindicar a Caín me puse Tubalcaín, que es el nombre de un hijo de Caín. Tenía como 17 años". Después Ilegó a la universidad y no pudo evitar Ilamarse Humberto Maturana. El año 48 entró a estudiar medicina a los tres meses lo tuvieron que hospitalizar Y ahí volvió a cambiarse el nombre.
"Quería ponerme un nombre que no tuviera nada que ver conmigo, porque no era yo el enfermo. Era otro señor. Y me puse Irigoitía. Y no hace mucho fui al Hospital Salvador y me encontré con uno de los asistentes que me cuidaron en esa época y me dijo "señor Irigoitía, qué gusto de verlo...". Estuvo bastante grave. Lo único que le preocupaba era su madre, que sufría mucho por él. Pensó que iba a morir. "Recuerdo que tenía una pieza solo. Tal vez me la dieron porque yo había sido estudiante de medicina.
Esto era en el pabellón de los tuberculosos. Y un día se murió un enfermo de una pieza cercana y lo sacaron en una camilla. Lo dejaron detenido frente a mi puerta que estaba abierta. Yo lo miraba. Y escribí un poema" dice, y, con la mirada fija y brillante, comienza a recitar la primera estrofa:
"Qué es la muerte para el que la mira /qué es la muerte para el que la siente / pesadez ignota, incomprensible dolor que el egoísmo trae / para éste/ silencio, paz y nada para ése. / Sin embargo el uno siente que su orgullo se rebela, que su mente no soporta, que tras la muerte nada quede, que tras la muerte esté la muerte. /El otro, en su paz, en su silencio, en su majestad inconsciente siente / Nada siente / Nada sabe / Porque la muerte es la muerte / Y tras la muerte está la vida / Que sin la muerte sólo es muerte".

¿Magia?

Comenzó a mejorar. Y lo trasladaron al sanatorio de Putaendo. Otro año de reposo absoluto. Leía a escondidas. Dos libros en especial: Así habló Zaratustra, de Nietzsche, y Evolución, una síntesis moderna, de Julián Huxley. Se instalaba en el extremo del pabellón de reposo que era abierto. Desde allí contempló todo el ciclo de cultivo de un campo de trigo, desde la preparación de la tierra a través del crecimiento, la cosecha y la nueva preparación de la tierra, mientras ojeaba sus libros clandestinos.

Y en toda la adolescencia tan especial nunca se enamoró?
-Sí, claro. Me enamoré profundamente de mi profesota jefa. Me encantaba, la encontraba muy linda. Además era muy buena amiga mía. Yo debo haber sido lo más impertinente del mundo. Andaba detrás de ella en cualquier circunstancia. Me las arreglaba para ir a su casa a verla los días domingo. Sabía dónde vivía y la iba a ver. A veces ella no estaba y me quedaba conversando con su mamá a quien ayudaba a coser, pegando botones, haciendo bastas... Hace poco yo estaba entrando a un banco y alguien me tomó por detrás diciendo:
"Humberto Maturana. Di vueltas y era ella. La abracé como quien puede por fin abrazar a alguien que ha querido abrazar siempre.

-Después se casó y tuvo un hijo.
-Sí. Me casé cuando estaba en primer año de medicina. Tres años después nos fuimos a Inglaterra, y luego a Estados Unidos donde estudié biología. Nacieron dos niños. Estuvimos juntos 20 años. Y después nos separamos. Ahora Beatriz es mi mujer -dice y la mira. Porque mientras conversamos. Beatriz apareció silenciosa y se sentó a escuchar. Es simpática Beatriz.
Después de convertirse en doctor en  Biología en Harvard, volvió a Chile para ser ayudante en la escuela de medicina. .Según cuentan, sus clases eran bien sui generis...
-Mis clases eran bastante locas, parece. Yo había convencido al profesor de la cátedra de que me dejase dictar un ciclo de seis clases sobre la organización de los seres vivos y el origen de la vida. Y para eso, hacía de todo. Así una vez Ilevé una culebra en el bolsillo, para mostrar cómo el desplazamiento de la culebra dependía del terreno. Hablando del vuelo de las aves, me hice toda una colección de pajaritos de papel que yo hacía volar subido al escritorio del profesor. Un día él me vio tirando estos pajaritos de papel y se quejó...
En otra ocasión yo estaba hablando sobre la predictibilidad de los fenómenos biológicos a partir de su regularidad. Tenía un anfiteatro Ileno. Entonces, de pronto, meto la mano en el bolsillo y digo: "Aquí tengo un huevo para mi almuerzo. Qué espera uno que salga de un huevo?" "¡Un pollo!", gritan todos. Y en eso el huevo se me cae y sale de él un pequeño ratón.

¿Y cómo salió un ratón?
-Yo lo había metido dentro. El ratón corrió de un lado para otro, yo lo perseguía... Yo hacía teatro en mis clases. Pero al mismo tiempo era terrible porque aunque cada año hacía sólo cinco o seis clases no quería repetirme y tenía que inventar algo nuevo. Tuve tanta fama de profesor entretenido que venía mucha gente sólo a ver mi clase. La última clase que hice en medicina, en el año 69, tenía un anfiteatro Ileno. Se sabía que era la última clase y hasta el decano asistió a ella.

-Usted es un hombre de éxito, honestamente. ¿le gusta la fama?
-Honestamente sí y no. Hasta cierto punto es rico. Porque hay ciertas cosas que se hacen accesibles. Por ejemplo, viajar. Yo he viajado mucho sin pagar nada de mi bolsillo. AI mismo tiempo, yo no me creo la fama. Y es porque yo sé lo que sé. Conozco el valor de lo que hago. Sé que lo que hago lo hago bien. Pero no todo el mundo entiende lo que yo hago. Y la fama es como la moda, es un entusiasmo pasajero que las personas tienen por algo en un momento determinado en función de su propia fantasía. La fama es transitoria.
Es algo que la gente regala desde el entusiasmo y que se desvanece con el entusiasmo que le dio origen. Yo creo que lo que yo he hecho, sin embargo. perdurará más que la fama que yo tendré.

La responsabilidad

-El hecho de saber más sobre el hombre y el mundo, ¿le hace más fácil la vida diaria?
-Mucho más fácil. Pero no tanto por los conocimientos específicos que yo pueda haber
adquirido, sino porque me di cuenta de que no puedo pretender ser dueño de la verdad.
Los distintos conocimientos se validan de distinta manera. Yo he mostrado que todas las ideologías, teorías y religiones parten de premisas que son aceptadas a priori por el que las sostiene desde sus preferencias, no porque sean necesarias. Si sabes esto no puedes sentirse dueño de la verdad,
te liberas de las exigencias y descubres que no tienes nada que exigirle al otro ni a ti mismo. Tampoco entras al caos, porque la vida no es caótica, y descubres que la armonía del vivir se hace en la convivencia, en la aceptación del otro.
-¿Somos responsables de lo que somos?
-En el espacio de la reflexión somos siempre responsables de nuestras acciones porque siempre tenemos la posibilidad de darnos cuenta de lo que hacemos. Además, el cómo somos es siempre el presente de nuestra historia. Somos como hemos vivido. Cuando reflexionamos y nos damos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones, somos responsables de ellas. Más aún, las cosas no pasan sin que tengan que ver con nosotros. Si tú me preguntas si los 16 años de gobierno militar en Chile han tenido que ver conmigo, si he participado o no, yo digo que sí. Ciertamente. Las cosas que han pasado en Chile son también mi responsabilidad. Yo he pagado impuestos, y he respetado el toque de queda. Soy indirectamente partícipe de todo. Todos los chilenos en Chile hemos contribuido a que Chile haya sido durante estos 16 años como ha sido. Y contribuiremos a que sea otra cosa, si queremos que sea otra cosa.
Jesús, un gran biólogo 

¿Cree en Dios?
-No.
¿Cree que el hombre es un ser trascendente?

-No. No tiene alma como una entidad independiente. Pero existe el alma humana -dice y pone cara de misterio. Yo te voy a explicar. Pienso que los seres vivos son sistemas que tienen sus características como resultado de su organización y estructura, de cómo están hechos, y para que existan no se necesita de nada más. Pero al mismo tiempo los seres vivos tienen dos dimensiones de existencia. Una es su fisiología, su anatomía, su estructura. La otra, sus relaciones con otros, su existencia como totalidad. Lo que nos constituye como seres humanos es nuestro modo particular de ser en este dominio relacional donde se configura nuestro ser en el conversar, en el entrelazamiento del "lenguajear" y emocionar. Lo que vivimos lo traemos a la mano y configuramos en el conversar, y es en el conversar donde somos humanos. Como entes biológicos existimos en la biología donde sólo se da el vivir. La angustia y el sufrimiento humanos pertenecen al espacio de las relaciones. Todo lo espiritual, lo místico, los valores, la fama, la filosofía, la historia, pertenecen al ámbito de las relaciones en lo humano que es nuestro vivir en conversaciones. En el conversar construimos nuestra realidad con el otro. No es una cosa abstracta. El conversar es un modo particular de vivir juntos en coordinaciones del hacer y el emocionar. Por eso el conversar es constructor de realidades. Al operar en el lenguaje cambia nuestra fisiología. Por eso nos podemos herir o acariciar con las palabras. En este espacio relacional uno puede vivir en la exigencia o en la armonía con los otros. O se vive en el bienestar estético de una convivencia armónica, o en el sufrimiento de la exigencia negadora continua. Yo creo que Jesús era un gran biólogo. El hacía referencia a esta armonía fundamental del vivir sin exigencia, por ejemplo, cuando al hablar a través de las metáforas decía: "mirad las aves del campo, ni cultivan ni trabajan ni se esfuerzan y se alimentan mejor que los humanos" y sin angustias su existencia es armónica en la vida y la muerte. O cuando hablaba de las flores. O cuando decía que palabra entrar en el reino de Dios uno tenía que ser como los niños, y vivir sin la exigencia de la apariencia en la inocencia del presente, en el estar allí en armonía con las circunstancias. Decir todo eso es comprender la biología del ser espiritual.
¿Como explicaría en términos cercanos, cotidianos, su teoría del conocimiento?
-Podemos evocar la teoría biológica del conocimiento con algo cotidiano. Todos los seres humanos tenemos dos tipos de experiencias fundamentales. La mentira y el error. Todos sabemos cuando mentimos, pero no cuando nos equivocamos. Porque el error es siempre a posteriori. Lo mismo pasa con las ilusiones, como cuando uno va caminando en la calle y saluda a alguien que creyó conocer, y luego se da cuenta de que no era la persona conocida. Ahí está lo central, uno se da cuenta del error después, atendiendo a otras dimensiones distintas de aquélla desde la cual reconoció a la persona y vivió la experiencia, buena o mala, de encontrarse con ella. Esas experiencias constituyen el fundamento del darse cuenta de que uno no puede hacer referencia a una realidad independiente de uno. Yo no puedo distinguir en la experiencia entre ilusión y percepción porque tal distinción es a posteriori. Sí podemos ponernos de acuerdo. Y todos sabemos cotidianamente que el mundo en el que vivimos es un mundo de acuerdos de acciones. Y que cada vez que el otro no sabe algo, uno se lo puede enseñar, generando un acuerdo de acciones. El problema no está en la convivencia, en los acuerdos, ni en el darse cuenta de que no podemos hacer referencias a una realidad independiente. El problema está en la creencia de que podemos hacer esa referencia; en el apego a ella a través de creer que uno puede dominar a los otros reclamando para sí el privilegio de saber cómo son las cosas en sí. Y esto, que es el fundamento de la teoría que explica la biología del conocer, es accesible para cualquier persona.

-¿Por qué sentimos angustia?
-La angustia está relacionada con las expectativas y se suprime eliminando las exigencias. No es fácil, pero
toda la prédica de Jesús es una invitación a acabar con la angustia a través del desapego. Cuando dice que hay que ser como los niños para entrar al reino de Dios hace referencia al desapego. ¿Qué es el reino de Dios'? Un mundo sin angustias, porque es sin expectativas, sin apariencias, sin pretender ser lo que no se es. Y está en la armonía de vivir en el presente y no con la atención puesta en el resultado del hacer aunque se trate de un hacer con el propósito de obtener un resultado.
-¿Y Usted es un hombre sin angustias?
-Yo creo que sí. Salvo cuando tengo problemas económicos. Fuera de eso, no tengo angustias dice riendo.
-¿Usted sabe cómo es Humberto Maturana Romecín?
Mira, no sé cómo soy. Me doy cuenta cómo estoy siendo. Tengo ciertos valores... ni siquiera sé si tengo ciertos valores. Los tenía antes, cuando niño tenía valores. La honestidad, el honor.
Ya no los tengo como valores. No me preocupan. Ya no tengo que tratar de ser honesto. Soy honesto, no más. No me gusta mentir porque violo un acuerdo fundamental con el otro. Y sin embargo a veces miento. Y no justifico mi mentira. La escojo. Por ejemplo, a veces voy a ver a un amigo al mediodía y me pregunta si he comido. Y digo que sí, aunque no he comido nada. Es mentira, pero no puedo Ilegar y decirle "No te preocupes, no importa que me quede sin comer. Porque en ese momento se crea otro espacio del que no me quiero hacer cargo. Cuando era chico Ilegaba a cualquier parte y me daban de comer. Pero ahora no. Ya no puedes Ilegar de visita a un lugar sin anunciarte y aceptar que te den de comer porque te comes la comida del día de tus amigos.

¿Qué es la felicidad?
-Supongo que el no tener aspiraciones ni deseos. Vivir la vida en la armonía de sus circunstancias. Eso no quiere decir vivir flotando en el desorden o el caos. Uno hace lo que hace porque quiere hacerlo, y si no resulta, hace otra cosa.
-Suena como una vida desapasionada
Desapasionada en el sufrimiento, la felicidad no es estar en el jolgorio. Por ejemplo, hace quince días la Fundación Andes nos llamó para decirnos que un cierto proyecto que habíamos presentado había sido aprobado. Hoy recibimos una carta que dice que no está aprobado. Lo que proponemos en el proyecto es importante para nosotros. Tiene que ver con los computadores de la décima generación. Los estamos diseñando, y no quiero que lo diseñen los japoneses. Soy patriota. Este es un aparato que eventualmente puede aprender a vivir en consenso como un ser vivo. Puede Ilegar a interactuar en el lenguaje. Es importante operacional y conceptualmente. Yo podría sufrir por la negativa de la fundación. Pero no. Mi actitud ha sido: si es así, estupendo,
y si no lo es estupendo también. La gente cree que la felicidad está en que todas las cosas que uno hace le resulten bien. No es cierto eso. La mayor parte de las cosas que uno hace anda más o menos. Algunas resultan bien y otras mal. La infelicidad es el apego a que resulten bien. Como la mayor parte de las cosas que uno hace no resultan tan bien, cuando resultan bien uno se entusiasma, se ciega en la celebración y no ve los errores que comienzan a cometer. Así, uno anda por la vida de salto en salto, de la angustia a la felicidad y viceversa. Yo no ando así, por lo menos. Yo soy alegre justamente por eso.

-Pero me imagino que igual a veces sufre.....
-Sí, sufro a veces. Pero no tanto...

Dijo con su voz segura. Serena. Sabia a fin de cuentas. 

Conferencia de apertura JORNADAS DEL AMOR EN LA TERAPIA. Dr. H MATURANA R . Barcelona. España

Neurociencias Biología del amor
Biología del amor
Biología del conocer, biología del amor


Conferencia del Dr. HUMBERTO MATURANA ROMESIN en la aperturade las JORNADAS DEL AMOR EN LA TERAPIA Barcelona, España.



Es fundador y colaborador del Instituto Matríztico de Santiago de Chile. Profesor del Departamento de Biología de la universidad de Chile. Ha creado, desde su estudio de la percepción, el campo de la comprensión ontológica del fenómeno del conocer como fenómeno biológico, que él denomina “Biología del conocer, biología del amor”. Estudió medicina en Chile y Biología en Inglaterra y Estados Unidos, doctorándose en Biología en la universidad de Harvard. Premio nacional de la ciencias de Santiago de Chile de 1994. Actualmente trabaja con Ximena Dávila en el desarrollo de la dinámica de la Matriz biológica de la existencia humana.


Fuente: www.fritzgestalt.com

 
Muchas gracias. Me siento muy honrado con esta invitación, y con que me hayan invitado con mi colaboradora Ximena Dávila, con quien mañana vamos a desarrollar un aspecto importante de la temática que nos reúne, sobre el amor en la terapia. Yo me voy a parar pues quiero usar el pizarrón para hacer algunas reflexiones biológicas que nos conecten con este tema.

Yo soy biólogo, y pienso que es biológico todo suceder que implique la realización del vivir de por lo menos un ser vivo. De modo que cuando hablo de biología hago biología, y con ello no estoy necesariamente pretendiendo reducirlo todo a moléculas, o metabolismo. Sino que lo que hago es una invitación a mirar los procesos que tienen lugar en cualquier hacer humano como realización del vivir. Y en esto quiero usar el pizarrón para darle forma visible a lo que voy a decir. Además, lo que quiero decir lo voy a decir lo diré de manera sucinta porque mañana con Ximena lo expandiremos en el taller que vamos a hacer. Ahora sólo quiero evocar en Uds. un cambio de pregunta.

Nosotros pertenecemos a una cultura, a una tradición de pensamiento filosófico en la cual la pregunta fundamental ha sido la pregunta por el ser, la búsqueda de la identidad del ser, la búsqueda de su esencia. En otras palabras, lo que propongo es cambiar pregunta por el ser. por la pregunta por el hacer, y preguntar: ¿Cómo hacemos lo que hacemos?. O mejor, por dos preguntas relacionadas: ¿Cómo es que conocemos? y ¿cómo es que amamos?. En esta última pregunta aparece el amor. ¿Cómo es que amamos? y también, ¿cómo es que podemos no amar? Si cambiamos la pregunta por el ser por la pregunta ¿cómo hacemos lo que hacemos? en el fondo lo que hacemos es preguntarnos por nosotros mismos.

Y esto lo voy a expresar aún de otra manera, con una pregunta, por supuesto, y la pregunta que quiero hacer es por el observador y el observar. ¿Quién es el observador? cualquiera de nosotros, y como somos seres vivos y operamos en la realización del vivir, la pregunta es ¿cómo operamos como observadores en la realización de nuestro vivir?. Si dejamos de vivir, no hay pregunta de ninguna clase, no hay reflexión filosófica, no hay reflexión científica, no hay cocinar, no se hacen edificios, no pasa nada. El vivir es esencial para realización de todo lo que hacemos como seres humanos. Y todo lo que hacemos los seres humanos ocurre en la realización del vivir, en la praxis del vivir.
Pero además el vivir nos sucede, no lo hacemos nosotros, nos encontramos viviendo en el momento en que nos preguntamos por el vivir, igual que el burgués gentilhombre de Moliere que se encuentra hablando en prosa cuando reflexiona sobre cómo habla, y descubre que habla en prosa. Nos encontramos ya en el “suceder del vivir” cuando nos preguntamos por el vivir. Al mismo tiempo la experiencia es lo que distinguimos que nos pasa preguntándonos por lo que nos pasa.

Voy a escribir aquí, al dibujar en el pizarrón el diagrama de la ontología del observar, la palabra “experiencia”, siendo la experiencia lo que distinguimos que nos pasa, distinción que hacemos en el lenguaje. Así que voy a anotar aquí todo esto en “lenguajear”. Y como el castellano o el español es maravilloso, y permite transformar un sustantivo en verbo, ahí escribo, len guajear. Y como la pregunta es ¿cómo hacemos lo que hacemos?, indico la pregunta a ambos lados del diagrama, porque es una igualdad, y porque quiero invitarlos a aceptar la pregunta. Si no aceptamos esta pregunta no pasa absolutamente nada. Si no nos preguntamos cómo hacemos lo que hacemos, no pasa nada, seguimos haciendo lo que hacemos como si tuviésemos la capacidad de hacer lo que hacemos como una propiedad intrínseca. Pero si nos preguntamos ¿cómo hacemos lo que hacemos? abrimos un espacio de reflexión. Y la pregunta, por supuesto, lo que está pidiendo es una explicación por respuesta. ¿Cómo hacemos lo que hacemos? Si aceptamos la pregunta nos comprometemos o a proponer o a escuchar la proposición, ¿de qué? bueno, de una explicación, y ¿qué es lo que queremos escuchar?, la proposición de un proceso tal que si tuviese lugar el resultado sería lo que queremos explicar.

Piensen, cuando Uds. piden una explicación, qué es lo que quieren oír?. Cuando se dice a alguien, “Ud. llegó tarde”, lo que esperamos oír es un relato de un suceder tal que si hubiese tenido lugar, el resultado sería el haber llegado tarde. Ese relato se transforma en explicación en el momento en que lo aceptamos, porque si no lo aceptamos no es explicación. Y esto lo aprendemos en nuestra casa, con nuestra mamá, con nuestro papá, con los hermanos, con los profesores, cuando somos pequeños... Un niño de 7 años, una niña de 7 o 6 años, sabe perfectamente bien el tipo de respuesta que tiene que escuchar cuando quiere una explicación. “Mama, ¿cómo es que yo nací?” Hija mía, tu eres preciosas, tienes unos ojitos negros, unos rulitos negros... ”No mama, yo quiero saber cómo nací. Yo sé que soy linda”. Lo que quiere oír de respuesta es un relato de un proceso tal que si tiene lugar el resultado es la experiencia explicada. Si ese relato es aceptado es una explicación. De modo que a lo que uno se compromete si acepta la pregunta ¿cómo hacemos lo que hacemos?, es a proponer como respuesta un relato que muestre como lo que hacemos seria el resultado del proceso indicado por ese relato. Si no aceptamos la pregunta, no pasa nada. Pero si una vez que aceptamos la pregunta, nos preguntamos qué estaríamos aceptando al no aceptar la pregunta, aparece algo muy interesante. Se hace evidente que al no aceptar la pregunta por cómo hacemos lo que hacemos, estamos aceptando implícitamente que tenemos la habilidad intrínseca de hacer referencia a un mundo independiente de nosotros.

Hablamos de las cosas que están ahí, fuera de nosotros: “¡El florero está sobre la mesa¡ decimos. ¿Cómo sabes que el florero está sobre la mesa?, “Lo veo, ¿no ves que está ahí”. Y el que aceptamos que las cosas están ahí con independencia de nosotros se nota en los argumentos que damos al otro: “pero si está ahí, míralo, todo el mundo lo puede ver”, y todo el mundo lo puede ver porque está ahí con independencia de lo que yo digo; yo no soy responsable de lo que esté ahí, pero yo lo puedo decir que está ahí porque veo que está ahí. ¡Ah¡, esa es la actitud cotidiana, es así como vivimos cuando no nos preguntamos como hacemos lo que hacemos. Y para este modo de estar tenemos una expresión cotidiana, esa expresión es objetividad. Somos objetivos. El ser objetivo indica que cuando uno dice que es objetivo está diciendo que lo que él dice se fundamenta externamente. Los fundamentos que van dando validez a lo que yo digo son externos a mi. Cuando a uno le dicen, eres subjetivo, lo que le están diciendo es: los fundamentos de lo que tu dices no son externos a ti, sino que están en ti. Y en esta actitud, por supuesto, desvalorizamos lo subjetivo. Y esto lo voy a indicar en el diagrama con la palabra “objetividad”. La objetividad, en último término, tiene su fundamento en el supuesto de que hay una realidad independiente de uno desde donde se valida lo que uno dice.

Pero, si hemos aceptado la pregunta y queremos una respuesta explicativa, si queremos una explicación por respuesta, lo que hacemos es estudiar cómo hacemos lo que hacemos. Y una de las formas que uno tiene para estudiar como pasa algo es interfiriendo con aquello, y la primera forma de interferir con el hacer de un ser humano es con un golpe en la cabeza; paf, me cae un meteorito, se acaba la conferencia,.. Es decir, el vivir es necesario para hacer lo que se hace como ser humano.

Por lo tanto para entender como hacemos lo que hacemos, tenemos que entender el vivir y que hacemos en el vivir en el acto de conocer, y que pasa que nos equivocamos. ¿Cómo nos equivocamos?. Si miramos el vivir nos encontramos con dos situaciones cotidianas para las cuales tenemos dos palabras maravillosas en castellano, que son “ilusión” y “percepción”. Cuando hablamos de percepción hablamos como si aquello que decimos que vemos, que distinguimos, fuese independiente de nosotros; pero cuando hablamos de haber tenido una ilusión, lo que estamos diciendo es que tuvimos una experiencia que vivimos en el momento de vivirla como una percepción, pero que después comparándola con otra experiencia nos dimos cuenta de que no era válida. Piensen en las situaciones corrientes de ilusión. Uno va por la calle, se encuentra con un amigo, y saluda diciendo “Hola Juan, ... hola ... “ Y un momento después nos disculpamos. “Disculpe, me equivoqué. Fue una ilusión”. Pero mientras uno está saludando a Juan, está saludando a Juan, vive el encuentro con Juan. En Santiago, años atrás, yo iba por una acera, y al otro lado de la calle por la otra acera pasa alguien y me grita: “Hola Pérez, cómo te va?” y yo le contesto: “Muy bien, Jiménez, cómo estás tu?” Más tarde yo pensé que la persona que me saludó se habría preguntado ¿con quien me confundiría Pérez?. Yo no era Pérez, seguramente el no era Jiménez. Pero cuando él saludó a Pérez tuvo gesto de alegría, vivió el encanto de encontrarse con Pérez. Lo interesante de la ilusión es que cuando uno vive una ilusión uno la vive como una experiencia de percepción en el momento en que la vive, y es sólo después que la descalifica como ilusión. En la experiencia misma uno no sabe si lo que está viviendo después lo va a descalificar o no como una ilusión en relación a otra experiencia.

Además en castellano tenemos otro par de palabras hermosas que son: mentira y error. La palabra “mentira” hace referencia a situaciones en las cuales uno dice algo en circunstancia de que uno sabe, en el momento en que lo dice, que lo que está diciendo no es válido. “Ud. miente”, quiere decir que en el momento en que Ud. dice lo que dice, sabe que tiene todos los argumentos necesarios para afirmar que lo que está diciendo no es válido. “Yo mentí”, quiere decir que en el momento en que dije lo que dije tenía todos los argumentos necesarios para afirmar que no era válido, aunque yo decía que era válido. O sea, la mentira ocurre en el momento en que ocurre. Uno miente cuando miente. El error es diferente, y es muy interesante. El error ocurre después. “Discúlpenme, ayer me equivoqué. Cometí un error”. “En el momento en que dije lo que dije, yo pensaba que era válido, pero ahora me doy cuenta por tales o cuales circunstancias, que no, me equivoqué”. Uno no se equivoca en el momento en que se equivoca, se equivoca después. Uno vive la experiencia que vive como válido en el momento de vivirla, y es solamente después, en relación con otra experiencia que puede descalificarla como un error. Esto es potente, ¿no? Cuando uno se disculpa por un error, lo que pide es reconocimiento de honestidad. Uno no puede deshacer lo que ya ha hecho. “- Discúlpeme, ayer me equivoque.- Si, pero aplastó a mi coche”. - “Lo siento, pero me equivoque, no lo vi”. La disculpa no deshace lo hecho, pero pide reconocimiento de honestidad. La mentira es, como dice Ximena Dávila, es una afirmación hecha en el intento de manipular a otro. En la disculpa ante una mentira uno hace otra cosa que en la disculpa ante un error. Uno por una parte reconoce la propia deshonestidad, y por otra, en el mejor de los casos, promete no mentir más.

La ilusión y el error o la equivocación nos muestran que no podemos validar lo que decimos a través de una pretendida referencia a una realidad independiente de nosotros. No tenemos como hacerlo. Yo no puedo asegurarles a Uds. que mañana no voy a decirles que todo lo que he dicho hoy en día fue un error. Digo lo que digo, por supuesto pensando que no voy a decir mañana “me equivoqué ayer”. Pero si lo hago porque pienso que puedo validar lo que afirmo haciendo referencia a una realidad independiente de mi, quiere decir que para mi el error es una falla fundamental, que resulta de mi ceguera al no ver aquello que está allí, que existe con independencia de mi. Esa ceguera, el que yo no vea adecuadamente, es una falla mía. Pero si me hago cargo de que intrínsecamente no tengo cómo validar lo que digo con una referencia a una realidad externa y objetiva, el error tiene un carácter completamente distinto. El error es una situación del encuentro de mi vivir con mi circunstancia, en la cual yo vivo una circunstancia como si tuviese un valor, una validez que después invalido en relación a otra circunstancia. Los seres vivos, como un aspecto intrínseco de nuestro ser seres vivos, no podemos distinguir en la experiencia misma entre lo que después diremos que fue una ilusión o que fue una percepción. Vivimos lo que vivimos siempre cómo válido.

Podríamos argumentar de muchas maneras para mostrar que esto es así, pero Uds. pueden reconocerlo en sus propias vidas. Todo momento del vivir se vive como válido en el momento en que se vive. Pero tenemos un problema. Decimos que aprendemos de los errores, pero los castigamos. En vez de felicitar a quién dice “me equivoque”, diciéndole “Te felicito, qué cosa más buena”. ¿cómo no va a ser magnífico el que alguien reconozca que se equivocó? Si uno no se da cuenta de que se equivocó va a seguir cometiendo el mismo error. Así que, por favor, de ahora en adelante, cuando alguien diga que se equivocó, felicítenlo.
Es una oportunidad para ampliar la reflexión y salir de la trampa de la ceguera de creer que uno sabe lo que dice que sabe. Pero si no podemos pretender referirnos, o sustentarnos más bien, en la referencia a algo externo a nosotros, que llamamos lo real, para validar nuestro quehacer y nuestro explicar, ¿con qué validamos nuestro quehacer y nuestro explicar? Lo que es interesante es que en el momento en que uno se detiene a hacer la reflexión que estamos haciendo, descubre que explicamos nuestras experiencias con nuestras experiencias.

Explicamos nuestro vivir con las coherencias de nuestro vivir, y no importa que nos equivoquemos o que tengamos ilusiones, porque en verdad, lo central es que el vivir se va transformando en la convivencia en una dinámica en la cual, eso no importa. Y no importa porque el mundo que vivimos se constituye en la coordinación del convivir, no en la referencia a alguna realidad trascendente. Esto lo indico yo en el diagrama ontológico poniendo la palabra “objetividad” entre paréntesis en el camino explicativo que surge de aceptar la pregunta por cómo hacemos lo que hacemos. En estas circunstancias el paréntesis hace referencia a un estado de conciencia, e indica que: me doy cuenta de que no tengo cómo pretender validar lo que digo, mis afirmaciones, o mis explicaciones con una referencia a una realidad externa independiente de mi, y me doy cuenta también de que valido mis explicaciones con mi vivir, y de que explico mi vivir con coherencia de mi vivir. Explicamos nuestras experiencias con las coherencias de nuestras experiencias, incluso en el explicar científico, aunque no voy entrar en eso en este momento. El resultado es que al poner la objetividad entre paréntesis nos damos cuenta de que vivimos muchos, muchos dominios de realidad, muchas realidades distintas. Pero para darme cuenta de esto, yo tengo que aceptar la legitimidad de la ilusión y por otro lado la legitimidad del error como un aspecto del vivir que no puede desdeñar. Tengo que aceptar que no tengo acceso a una realidad independiente para validar mi explicar; tengo que aceptar que no puedo exigirle al otro que vea lo que yo veo; tengo que aceptar que cuando hay una discrepancia con otro, el otro se encuentra moviéndose en un espacio de coherencia experiencial tan válido como el mío, aunque sea diferente. Tengo que aceptar que un error es una afirmación hecha en un dominio y escuchada desde otro. Lo mismo es el caso de la ilusión: una ilusión es una experiencia vivida en un dominio que es considerada desde otro.

En este diagrama ontológico lo que indico los dos camino explicativos que el observador puede adoptar según acepte o no la pregunta ¿cómo hacemos lo que hacemos? O, como yo prefiero decir. Según acepte o no la pregunta por el observador y el observar. Si el observador no acepta preguntarse cómo hace lo que hace, explica su experiencia buscando alguna referencia a lo objetivo, a lo que él o ella llama la realidad, y opera en el supuesto implícito de que él o ella tiene un acceso privilegiado a ver las cosas como son, ya sea directamente o según algún procedimiento racional. Yo llamo a este camino explicativo el camino explicativo de la objetividad sin paréntesis.

También lo llamo el camino 1. Si el observador acepta la pregunta la pregunta por el observador y el observar, se hace cargo de que en la experiencia misma no puede distinguir entre ilusión y percepción, y se da cuenta de explica su experiencia con coherencias de su experiencia. En este camino explicativo el observador es consciente de que no puede pretender explicar su experiencia haciendo alguna referencia a una realidad independiente de su operar, cosa que yo expreso escribiendo (objetividad). Yo llamo a este camino explicativo, el camino explicativo de la (objetividad), esto es, de la objetividad en paréntesis, o camino 2.

En la vida cotidiana transitamos de un camino explicativo al otro a través de nuestras emociones, en el curso de nuestro emocionear. Ésta palabra si me la dijo un español. Yo decía emocionar, pero emocionear es el proceso, la dinámica del fluir de las emociones, como lenguajear es el fluir del lenguaje.

En fin, nos movemos en un camino explicativo o en el otro según nuestras emociones. Cuando queremos que el otro haga lo que nosotros queremos que haga, somos objetivos y realistas. Por ejemplo, si digo, “Por favor, Sres. y Sras., sean realistas”, ¿qué les estoy diciendo? lo que digo es hagan lo que yo quiero. “Sres. y Sras., yo soy objetivo”, hagan lo que yo quiero. Pero cuando nos interesa la compañía del otro, cuando lo que nos interesa es el otro, uno nunca es objetivo o realista. Uno nunca es objetivo o realista con sus amigos. Y cuando uno se vuelves objetivo y realista con los amigos a amigas, se acaba la amistad. Esto es de la vida cotidiana, ¡por favor!, no les estoy diciendo nada nuevo. Pero sí, lo que quiero destacar es el tema que vamos a desarrollar lo más profundamente posible ahora y más adelante, es una emoción particular, y esa emoción es el amor.

Ya hemos estado hablando del amor. Recuerden que yo soy biólogo, no soy terapeuta. Ximena hace conversaciones liberadoras que resultan terapeutas. Y es por esto que las reflexiones que vamos a hacer en conjunto Ximena y yo tiene que ver en último término con terapia. ¡Ya voy a terminar! Sigan conmigo un momento más. Quiero invitarlos a otra reflexión que Uds. pueden hacer ahora o durante la noche, y darse cuenta de algo que ya saben. Esto es, que cada vez que hablamos de emociones hablamos de algo que tiene que ver con nuestro vivir cotidiano, no de algo que tenga que ver con un mundo independiente de ese vivir. Bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos de emociones? Hablamos de conductas relacionales, o mejor aún, hablamos de clases de conducta relacionales. Paciencia, voy a terminar con esto, así que pueden tranquilizarse un poquito. Digo, lo que distinguimos cuando distinguimos emociones son clases de conductas relacionales. O sea, lo que digo es que si Uds., atienden a su vida cotidiana, si atienden a las circunstancias en las cuales hablan de emociones,; por ejemplo, si atienden a las circunstancias en las cuales hablan de miedo, de ternura, de amor, de odio, de agresión, si atienden a lo que hacen y si se escuchan a sí mismos, van a darse cuenta de que están haciendo referencia a conductas relacionales. Si dicen, “que Pedro tiene miedo” saben perfectamente que se refieren al espacio de conductas relacionales en las cuales Pedro se moverá o se puede mover en este momento. 
 
De modo que uno puede caracterizar a todas las emociones en forma de conductas relaciónales. Voy a caracterizar aquí en estos términos la emoción más fundamental y más simple de todas, el amor, y sin mayúsculas. “Cuando vemos conductas relacionales a través de las cuales el otro, la otra, o uno mismo, surge como legítimo otro en convivencia con uno, decimos que vemos (distinguimos) amor”. Lo que distinguimos cuando distinguimos amor, es un modo de relacionarnos. Una emoción particular aparece ante el observador cuando él o ella ve que se dan ciertas conductas relacionales. Atiendan Uds. en su vida cotidiana al uso de la palabra amor o amoroso, y verán que esas palabras connotan, denotan o evocan la clase de conductas relacionales que mencione hace un momento. La expresión “legítimo” sólo quiere decir el otro, la otra o uno mismo no tiene que disculparse por ser. Cada vez que alguien se disculpa por ser revela que se encuentra en un espacio en el cual no surge en su legitimidad en relación con los otros.
 
 De esto vamos a hablar mañana y vamos a hacer nuestro taller con Ximena, mañana. Mañana nos vamos a ocupar de la segunda pregunta fundamental. La primera pregunta que consideramos fue: ¿cómo hacemos lo que hacemos? La segunda pregunta fundamental es: ¿cómo es que amamos? Fíjense que interesante, hablamos del amor como un aspecto fundamental de nuestra existencia. ¿Cómo pasa que el amor es eso? Al mismo tiempo lo podemos negar, podemos negar el amar. ¿Cómo es que amamos en circunstancias que podemos negar el amar?

Ya dije, amar es moverse en el dominio de las conductas relacionales a través de las cuales el otro, la otra o uno mismo, surge como legítimo otro en convivencia con uno. ¿Cómo es que eso pasa? Mañana vamos a reflexionar sobre eso en el taller.

Muchas gracias
 

lunes, 12 de agosto de 2013

GUIA OPERATIVA DE PROPÓSITOS DE CONVIVENCIA

Tomado de la Matriz Etica del Habitar Humano




 Todo lo dicho es dicho por un observador a otro observador que
puede ser el o ella misma.

 Existimos en un presente en continuo cambio en la conservación
del vivir.

 Queremos conservar el vivir en el bien-estar a través del cambio
continuo.

 Lo que guía el vivir son las emociones.

 Los seres Humanos pertenecemos a una deriva evolutiva que
tiene su origen en el origen de la familia.

 Al surgir la familia surge un espacio de intimidad y cercanía en el
placer de los quehaceres del convivir que hace posible el
surgimiento del lenguajear y el conversar.

 Lo humano se constituye se conserva como un linaje del convivir
en el conversar a través del aprendizaje de los niños y niñas. El
linaje humano es un linaje biológico-cultural.

 La emoción que funda la posibilidad de la familia y que hace
posible el surgimiento de lo humano es el amar.

 Las personas queremos conservar un vivir cultural en el amar.

 Surgimos el “ser humano” que surgimos según el convivir que
conservamos y cultivamos en el convivir cultural que vivimos.

 En nuestro presente vivimos una cultura patriarcal/matriarcal de
dominación y sometimiento, de exigencias y expectativas, de
competencia, de abuso, violencia, que genera dolor en la
omnipotencia del desamor.

 Todo dolor es de origen cultural.

 La reflexión que amplía la posibilidad del cambio cultural es la
consciencia del propio dolor que abre el ver y el hacer.

 Se nace amoroso, se nace en la confianza, sin embargo, se vive
espontáneamente amando, espontáneamente en la confianza
sólo si se crece con adultos amorosos en el fluir del amar.

 La convivencia amorosa materno-infantil en el espacio de total
aceptación corporal de juego, constituye en sí una epigénesis que
lleva a los niños y niñas a un vivir espontáneo en el respeto por sí
mismos y por los otros, en la autonomía del actuar desde sí, sin
miedo a desaparecer en la colaboración.

 La matriz relacional que niños y niñas aprendemos en este vivir
relacional es el fundamento del pensamiento reflexivo que nos
permite soltar todas las certidumbres y salir de todas las trampas
culturales que niegan la reflexión, a la vez que nos abre el camino
para que el amar opere como lo que es: el fundamento
inconsciente que nos lleva a recuperar el bien-estar en el convivir
en la biología del amar.

 El encontrarnos en el amar expande nuestra conducta creativa e
innovadora, expande nuestra conducta inteligente, expande
nuestro ver y nuestro oír, y expande el deseo de ser impecables
en la calidad de nuestro quehacer, cualquiera sea éste.

 Escuchar es escuchar-nos desde dónde uno mismo, el otro o la
otra dice o hace lo que dice.

 Se es persona en el ámbito social y el ámbito social surge de la
convivencia de personas.